Mariana, mi sobrina, ha quitado el pelo a uno de mis muñecos. Al principio, me asusté, era un desconocido que tenía entre mis manos, lo miré lentamente, descubrí bajo sus ojos de plástico mis lágrimas. Suspiré. Supé que podía seguir confiandole mi erosionado corazón.
Ana Tapias
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