Avanza la luz ante mi mirada aún somnolienta, tomé un descafeinado, sin azúcar, mientras leía a Javier Marías, lentamente, con sigilo, aprendiendo. Dejé la taza en el fregadero, seis platos, cinco cubiertos, y un vaso, me pedían a gritos que los lavara. Caminé por la casa en silencio, a obscuras, hasta llegar a mi cuarto, di la luz, hice mal la cama, me aburre ser perfecta. Encendí el ordenador, escribo. Mi mirada oye campanas a lo lejos, el amanecer pespunta, rayo a rayo, con decisión, con voluntad de someter.
Los cantos de los pájaros, pronto se tornaran por claxones, por pitidos estresados, el amanecer se difumina.
Los cantos de los pájaros, pronto se tornaran por claxones, por pitidos estresados, el amanecer se difumina.
Ana Tapias
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