jueves, 6 de agosto de 2015

Morirse

El padrde una amiga sdespidde la vida, acompaño a la familia, procurando no colarmen su dolor, sufrimiento, angustia. La habitacióes amplia, codos camas, solo una ocupada, cuatro sillas,  dos cuadros: uno del patio de los Arrayanes, en la Alhambra,  y, una fuentde los jardines de la Granja, Segovia. El agua acompaña a las lágrimas. La ventana ofrece, a la vista, el campo segoviano.
Miran una y otra vez su cuerpo doblado, sus ojos cerrados, cuando los abres como si resucitara. Acarician su rostro con ternura, desfibrilando  pena,  indignación, sumisión a la muerte. Su mujer le habla" Abre los ojos", " Come un poco", solo el silencio la responde. Agacha su cara abatida, sofocada por la amargura. Las enfermeras pasade largo. La habitacióes udesierto, nadie quiere tocar a la muerte, qununca llora. Hablamos de los vecinos,  de las fiestas, de la familia,  para no caeeel agujero negro de la impotencia. Duerme ajeno a nuestra fantasía: que srecupere.

Ana Tapias

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