El padre de una amiga se despide de la vida, acompaño a la familia, procurando no colarme en su dolor, sufrimiento, angustia. La habitación es amplia, con dos camas, solo una ocupada, cuatro sillas, dos cuadros: uno del patio de los Arrayanes, en la Alhambra, y, una fuente de los jardines de la Granja, Segovia. El agua acompaña a las lágrimas. La ventana ofrece, a la vista, el campo segoviano.
Miran una y otra vez su cuerpo doblado, sus ojos cerrados, cuando los abre es como si resucitara. Acarician su rostro con ternura, desfibrilando pena, indignación, sumisión a la muerte. Su mujer le habla" Abre los ojos", " Come un poco", solo el silencio la responde. Agacha su cara abatida, sofocada por la amargura. Las enfermeras pasan de largo. La habitación es un desierto, nadie quiere tocar a la muerte, que nunca llora. Hablamos de los vecinos, de las fiestas, de la familia, para no caer en el agujero negro de la impotencia. Duerme ajeno a nuestra fantasía: que se recupere.
Ana Tapias
No hay comentarios:
Publicar un comentario