Las palabras cargadas de significados y
significantes, nos rodean, nos cercan, nos abruman, nos invitan a seguirlas, a
ser parte de ellas, sin pedirnos permiso. Hemos de ser participes de sus
emociones; de sus juegos del destino; de sus exilios interiores; de
sus cesáreas programadas; de sus lágrimas intermitentes; de sus sonrisas no
acabadas; de sus caricias imperfectas; de sus quejas impredecibles; de su dolor
flameado. Pero, llega un momento, donde tenemos el derecho a rebelarnos
en contra de ellas; a gritar al silencio; a decirle que venga a nuestro
encuentro para abrazarlo y así formar parte del mundo de los seres sin
argumentos.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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