Los
elefantes, lloran, en Birmania; donde son, vilmente, usados como animales de
carga; donde son, brutalmente, desollados; donde son, cobardemente, asesinados.
Imagino sus lágrimas, inmersas en el silencio de sus cuerpos grandes, orondos,
vejados, por la tortura de no tener pensamiento propio; por ser parte de un
sistema que esclaviza las partes de su cuerpo: piel, cuernos, genitales,
trompa, que son vendidos en china; por ser, animales, sin alma, que se esconden
en las selvas; por ser, fugaces, sonrisas que se fugan entre el dolor; por ser,
instrumentos de consumo de los hombres. Los elefantes no deberían llorar, ni morir a manos de cazadores. Los elefantes deberían
ser respetados, acariciados, soñados, formando parte de una sociedad sin
violencia.
Ana
Tapias( todos los derechos reservados) ©
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