Muchas veces, no nos damos cuenta, pero vivimos
atrapados en mundos de otros. Yo, por
ejemplo, vivo sometida al polvo de mi madre: lo encuentra por todos los lugares de la casa,
y he de hacer un ejercicio de empatía con su necesidad de limpiar, y
acompañarla por estanterías manchadas de una sustancia, blanca, que nunca se va
del todo. Mi madre es el espíritu de la limpieza, mientras, que yo
lo soy de la contradicción. No suelo escuchar el silencio, el deterioro, las lágrimas, de los objetos de
la casa, por eso, me cuesta tanto coger una escoba, pasar una bayeta, dar
brillo a una mesa; eso sí, cuando lo hago, mi madre, se siente aliviada en su
soledad; pues piensa que su vida tiene
continuidad en mí, así que, de vez cuando, me dejo atrapar, para acercarme al
hogar, donde crecí.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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