Aún recuerdo, la magia que me producía,
ver los dedos, agrietados, erosionados, vencidos, de mi abuelo, materno, por el
tabaco, rebuscando en uno de los cajones, del armario de la cocina, sus, viejas,
herramientas, que lloraban del abandono; que tanto habrían vuelto a recomponer;
que anhelaban volver a ser importantes; que soñaban con ser útiles, para, aquel,
hombre mayor que las buscaba, con ahínco, cuando volvía a su memoria la
necesidad de arreglar lo imposible. En mis días de silencios, regreso a ese
cajón de antaño, donde los dedos, de mi abuelo, juegan a que vuelven en mi
recuerdo, para desaparecer dentro de mis lágrimas.
Ana Tapias( todos los derechos
reservados) ©
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