El mundo en
el que vivimos nos abandona en la injusticia; que lapida nuestro corazón; que
golpea nuestra esperanza; que ahoga nuestra ilusión. Inmersos en una
realidad, que ha olvidado a los payasos buenos, es imposible sonreír sin caer en la trampa del
miedo, sin una lágrima en la mochila, sin un adiós en el horizonte. Por
eso, de vez en cuando, agradecemos que
los labios nos sorprendan con una caricia de felicidad-
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