Nos descomponemos,
cada anochecer, bajo la almohada, como si fuéramos cuerpos sin dirección, sin
sentido, sin formas, acoplados, a nuestro destino, de sobrevivir a una noche
más; a una luna, creciente, menguante, llena o nueva; a una constelación de
estrellas, cargadas de hidrógeno y de helio, que nos asfixiarían, sin meditar,
sobre si queremos morir dignamente o vivir agonizando, entre la derrota de
nuestros cuerpos caducos, que beben recuerdos rotos, para emborracharse
de sentimientos y poder olvidar la soledad de caminar con los sueños
ahogados, vencidos, derrotados, por la arrugas del adiós.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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