En la iglesia de San Martín( de Segovia) encontré
un espejo retrovisor; tal vez, alguien sin principios estéticos, lo había
depositado; tal vez, alguien sin corazón
mecánico lo había roto; tal vez, alguien con pensamiento crítico, lo había
colocado, para asomarse al paso del tiempo, sobre las piedras, que antaño
fueron lugar para los encuentros de los parroquianos que hablaban refugiándose
del frio, al amparo del calor; sobre sus idas y venidas, de las zancadillas del
destino, que se cuelan, siglos después, con diferentes telas, con las mismas
sonrisas, con otras incertidumbres, pero con la mismo deseo de alcanzar la
felicidad, que el escueto espejo se esfuerza por reflejar.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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