Hay algo de impreciso, de vago, de incierto, en la luz de atardecer, que se descuelga, que se desvanece, que es difumina, entre los edificios, como si buscará acariciar su memoria, para que se no perdiera dentro del ruido de la incertidumbre, que contamina su existencia. Hay algo de hermoso, de bello, de esplendor, en la luz del atardecer, que es espejo de la despedida de sueños, de anhelos, de esperanzas, que chocan contra los tambores de odios, de envidias, de celos, que laceran a los corazones valientes. Hay algo de herida, de lágrima, de sufrimiento, en la luz de atardecer, que es susurro de la agonía, de la muerte, del olvido, de nuestros cuerpos, siempre zaheridos por el destino, que siempre nos acorrala, que siempre nos derrota, que siempre nos suprime, para desposarnos con el silencio, donde tal vez, algún eco nos rescatará en su atardecer.
© Ana Tapias( todos los derechos reservados)
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