La
muerte, se acomoda nuestro abecedario de silencios; vive en nosotros, a pesar
de nuestra negación; se cuelga de nuestros parpados: donde se columpia sin
miedo a caerse al vacío; con el estímulo de saberse importante; de creerse
imprescindible; de soñarse necesaria, en nuestras rutinas de desaciertos, que
golpean una y otra vez contra nuestro destino; que escrito o no escrito; puede
aparecer en cualquier momento, para cortar nuestras alas de supervivientes y postrarnos
sobre o bajo, las sábanas del olvido.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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