El ruido de la lluvia zozobra mi pensamiento, le acerca a la incertidumbre sobre el ébola. No tengo escafandra para ser inmune. No tengo lágrimas, suficientes, para asistir a la muerte de aquellos, que lo hacen hacinados en el Tercer mundo. Sólo tengo preguntas incoherentes, preguntas incesantes, preguntas enrojecidas, sobre otra forma cruel de dejar de soñar.
El ruido de la lluvia me sumerge en la lucha de Teresa que nunca se equivocó, sólo hizo su trabajo. No condenemos a su sonrisa que yace intubada.
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