Ayer, escuché a gente hablar y hablar sobre gramática, sobre sintaxis, sobre ortografía, sin entender mucho. Mi único consuelo era mi botellín desarmado, ante tanta gente con participios, con gerundios y con tildes diacríticas, que disparaban como proyectiles hacia mi cuerpo desnudo de ellos.
Mi vacio interior era intenso. Salí con ganas de llorar en un jodio participio, pero hube de consolarme con ver a Soraya anunciar que era la jefa del ébola en España, y, que sólo le preocupaba Teresa, la vilipendiada contagiada. Me fui a leer al último Premio Nobel de literatura, seguro que él no me ajusticiaba, por no ser una febril preposición en busca de un infinitivo, al que enseñar a escribir bien.
Ana Maria Tapias Garcia.
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