LLueve, las gotas caen como si fueran pequeños recuerdos, mi madre me agarraba del abrazo, soy su bastón, paseábamos por las calles donde pasó su infancia, todo ha cambiado; las tiendas y con ellas los viejos oficios; las personas que la mayoría son fantasmas acicalados, que se asoman desde sus ,olvidadas, ventanas a mirar como pasa el tiempo.
Me emociona oirla, sujeto mis lágrimas, que buscan a mi bisabuela, Flora, que enviduó joven de mi bisabuelo, Manuel, con tres niños pequeños: dos niñas, siendo mi abuela una de ellas, y un niño; que buscan al lechero, al herrero, al zapatero, camuflados bajo el áurea de la supervivencia, que apenas sonreirían a los niños, que correteaban por la calle de Melitón Martín, que se escondían detrás del viejo carro, al que vuelven en su vejez para recuperar quienes fueron.
Mis lágrimas son lluvia, que resbala pausadamente por mis mejillas.
Me emociona oirla, sujeto mis lágrimas, que buscan a mi bisabuela, Flora, que enviduó joven de mi bisabuelo, Manuel, con tres niños pequeños: dos niñas, siendo mi abuela una de ellas, y un niño; que buscan al lechero, al herrero, al zapatero, camuflados bajo el áurea de la supervivencia, que apenas sonreirían a los niños, que correteaban por la calle de Melitón Martín, que se escondían detrás del viejo carro, al que vuelven en su vejez para recuperar quienes fueron.
Mis lágrimas son lluvia, que resbala pausadamente por mis mejillas.
A mi mamá: Carmina García Heredero, con mucho amor.
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