Hoy tuve otra mañana de sala de espera, llegamos las 8.45, había 2 monjas: una más joven, otra más mayor, a las 2 horas entró las más mayor a hacerse una prueba; la sala poco a poco se fue llenando con los murmullos de pacientes, de familiares; el altavoz llamaba a que entraran a consulta. La puerta que estaba a mi lado, hacía que una corriente de aire me acariciara. Batas blancas entraban, salían por ella. Llegó una mujer, su cabeza desnuda de pelo se cubría con un pañuelo, el cáncer que adornaba su figura hizo que llamara mi atención, me costaba sostener sus ojos en los mios, la olvidé, fui a pasear por los pasillos; 4 policias custodiaban a un hombre esposado, volví junto a mis padres, mis ojos la buscaron de nuevo, su marido había llegado, sus labios le regalaban una tenue sonrisa.
Las salas de espera se mueven lentamente hacia la esperanza.
Las salas de espera se mueven lentamente hacia la esperanza.
Ana, M. Tapias G
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