Aún quedaba un cuarto de hora para que Mariana, mi sobrina, de casi tres años, entrara en el colegio, jugabamos en un fotomatón del Barrio Salamanca. Una mujer parecía querer entrar, hablamos brevemente. Era de mediana estatura, ojos negros, pelo castaño, camisa vaquera, pantalones vaqueros. No me fijé en los zapatos. Llevaba una bolsa con una Coca-Cola. Se miró al espejo. Parecía que iba a trabajar y se atusaba el pelo.
Era una mujer azuzada por las circunstancias, obligada a no comprar en la Calle Ortega y Gasset, adosada al miedo de no sobrevivir en el invierno al raso, evitada por la jet que pupula por la zona más elegante de Madrid.
Me sonrió , y su sonrisa fue una llamararada de esperanza. Hoy no he dormido bien, no todos los dias son buenos, pero a veces la vida te sorprende con una voz apenas audible que te ayuda a creer en el mundo.
Ana Tapias.
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