Mis dedos tiemblan, quiero escribir este amanecer; no sé si estaré a la altura de las estrellas, que cuajan el firmamento; que lo surcan de sueños imposibles; que lo colapsan de miradas con deseos. La luna se esconde, hábilmente, de los que van al encuentro con la rutina; sabiendo que los aplastará; que los dejará aislados en medio de papeles; que los llevará a imaginar una sociedad donde no haya que madrugar; donde las obligaciones no dicte la voluntad; donde aguantar la rabia de los compañeros, no sea cómplice de la tarjeta de crédito. Los rayos de sol, cubiertos de frio, saldrán lentamente, pausadamente, dejando agonizar a la noche en su silencio. La luz, que siempre llega, visibilizará un mundo que ha olvidado la nostalgia de la nieve. Amanece otro día más.
Ana Tapias
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