El dedal, sueña con una sociedad de dedos buenos, sencillos, amables, cariñosos, empáticos, a quienes proteger de las picaduras de los aguijones de agujas y alfileres que como si fueran abejas y avispas amenazan su equilibrio. Raras veces, se encuentra con dedos dialogantes; siempre ha de soportar el egoísmo de los dedos que apuran puntadas con estrés; que fuman preocupaciones; que expresan tacos malhumorados, que olvidan el momento para centrarse en la hora siguiente; que anhelan quitarse esa armadura medieval. El dedal asume la soledad de su existencia como parte de su alma de objeto.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
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