Me aburre ir de compras y pasarme, minutos y minutos, tocando prendas iguales pero de diferente color; probarme minutos y minutos; no decirme, por nada, minutos y minutos. Mi madre, con quien voy de compras, lo observa todo al detalle; cada arruga es importante, cada hilo mal cosido, cada botón descolgado, cada mancha fuera de lugar; la esquiva hacía otra cosa sin remedio y así, se puede pasar una mañana entera sin pestañar. "Mis genes no deben ser los tuyos, sino los de otra mujer", la dije agotada, tras haber visitado diez establecimientos. En la última,tienda ,que entramos, a nuestro lado se pusieron tres mujeres chinas. Me fijé en su comportamiento. Una de ellas, se visualizó guapa con una blusa naranja. Se la probó delante de las otras dos para pedir su aprobación, para reafirmar su deseo de estar bien, para no arriesgarse a parecer un adefesio. En ese momento, pensé que las mujeres a pesar de la distancia, de los idiomas, de las costumbres, de los sueños, de las pesadillas que nos invitan a enfrentarnos, somos iguales a la hora de mirarnos delante del espejo.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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