Cada
año, veo los encierros de San Fermín, a pesar de no gustarme las corridas
de toros. Lo considero un sufrimiento innecesario para el toro y para el
caballo; aunque, respeto a quienes lo consideren un arte. Asisto desde mi
sofá, a las secuencias de peligro que la televisión me ofrece. Me emociona ver
el peligro, reflejado en otros rostros, y no siempre en el mío; que
descansa agotado de los riesgos a los que me enfrento de forma voluntaria, como
los corredores en los encierros. Nadie es invulnerable al peligro, ni a las dudas, ni a la incertidumbre, sobre nuestro futuro; que en cualquier momento, se puede volver hacía nosotros, como esos
toros, que a mitad del recorrido se dan la vuelta para atacar a los que se
encuentren en su destino.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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