Ayer, "presuntamente" un hombre,
que se suicidio, quitó la vida a su compañera de veintinueve años. La
tragedia, se hizo realidad, de nuevo; en un hogar del nunca sabremos nada; ni
podremos imaginar la crueldad que en él se vivió; ni intuir la felicidad que
destruyó este hombre, cobarde, cruel, inhumano. Cada mujer, asesinada, convierte
a la sociedad en una lágrima sin destino, sin rumbo, sin horizonte. Una lágrima,
que cae en el olvido de las formas, de los aplausos, de los silencios. Nadie
aplaude a las mujeres asesinadas, son cadáveres que se pudren bajo la soledad; cadáveres
sin rostros, pero sí con sentimientos, que fueron vejados por sus asesinos;
cadáveres anónimos, que nadie rescata para darlos medallas al mérito; cadáveres
sin besos sociales; cadáveres, que se dejan de lado, porqué no dan recompensas,
ni éxitos, ni alabanzas a los que las necesitan, para sobrevivir en un mundo
sin justicia, donde siempre son asesinados lo más débiles. La sociedad
española, ha de cambiar, ha de ser empática con las víctimas; ya son mil mujeres asesinadas desde 2003, y,
nadie las hace un homenaje; y, nadie las llora en los teatros; y, nadie las da préstamos
para que resuciten. Hemos de construir, entre todos, la memoria de estas heroínas de la violencia, para
que sus vidas, no queden relegadas a cifras oficiales, sino se alcen como arquitectas
de una sociedad más igual
Con cariño a las mil mujeres
asesinadas
Ana Tapias( todos los dererchos
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