Hasta el recuerdo muere alguna vez, y cuando
lo hace, solo, nos quedan las, viejas, fotografías, envueltas en plásticos, que
no pueden degradarse, que no saben cómo ser olvido, que ignoran la secuencia
del adiós, para traer hasta nuestra memoria a los seres, que quisimos; que vuelen
disfrazados de melancolía; que regresan
absortos en el devenir de los sucesos; que se pierden en el estrés del
sentimiento; que se abrazan a nuestra soledad. El recuerdo es un cansado reloj que nunca
deja de llorar.
A la memoria, de mis tatarabuelos,
bisabuelos, abuelos, tios abuelos, primos abuelos con todo mi amor
Ana Tapias(todos los derechos reservados(©
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