Lo inesperado recorre nuestra bruma de silencios, como un hecho que se agota en si mismo. Apenas le da tiempo a recorrer nuestra sangre; a llegar a nuestro latido, siempre sometido a la rutina de la misma sonrisa, del mismo beso, de la misma soledad, disfrazada de palabras inconexas. Apenas le quedan momentos para agonizar sin soñar. Muere aferrado al abrazo de lo efímero.
Ana Tapias(todos los derechos reservados)©
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