Ojalá
fuera Fernando Lázaro Carreter, o Javier Marías, que escribían sobre el sentido
de las palabras, en su marco de realidad; solo soy, una lectora adictiva,
compulsiva, vocacional, que, sin más pretensiones lingüísticas o
gramaticales, busca hilar a las palabras que acuden a mi encuentro, una y otra
vez, para formar parte de mi eco del pensamiento. En el 2022, he escuchado sin
cesar la palabra” topar”, a ministros, a periodistas, a comerciantes; en el
2023, descubro en un periódico, de octubre de 2022, la frase” destopar la bases
máximas de cotización”. Acudo a la RAE, a encontrar sus significados, pues
chocan contra mi armario de certezas. Topar, tiene 11 acepciones, ninguna de
ellas, se refiere a poner límite; sino a chocar; la segunda acepción, se
refiera a un animal cornudo. Destopar, no existe; lo más parecido es Destorpar,
que me lleva a un verbo transitivo en deshuso”detupar”. Me indigna la
manipulación, la falta de ética, la zafiedad, de quienes, han de saber lo que
dicen para que el resto seamos parte de ello. El lenguaje no es fácil, requiere
dosis de lectura y de concentración, para interiorizarlo, y es el deber, de
quienes, lo transmiten a la opinión pública, no pervertirlo sino agrandarlo. Este
país, necesita más maestros, que instruyan a quienes destruyen las fronteras de
las palabras, para adoctrinar, a una sociedad inmersa en la subida de precios,
que cuenta con las manos para llegar a fin de mes.
Ana Tapias( todos los derechos reservados(
©