No soy adicta a las navidades, no sé si
alguna vez lo fui; no recuerdo mi infancia; mi memoria, se diluye dentro del
frio de mi ciudad. Imagino, que creería en el turrón de chocolate, que cantaría
villancicos en mi colegio de monjas, que esperaría a los Reyes Magos; al dejar
atrás la ilusión, apenas me impresiona nada; aunque a veces me dejo llevar por
las luces, que alumbran los días cortos, que me producen hastío. La vida es luz,
necesito el sol para sonreír; bajo la lluvia, soy un espantapájaros que baila abrazando
sueños; que se resbalan por mis sentimientos, atrapados por mis guantes; que se
apresuran a acariciar los delgados copos de nieve, que perturban mi dignidad,
para dejarla helada. Los días pasan y siempre llega el siete de enero, donde
las ciudad vuelve a lucir su destino; la mía, acumula, calles rotas, donde
tropiezo, una y otra vez, despertando a la oscura realidad.
Ana Tapias/ todos los derechos reservados)©
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