Ellos son
personas sin nombre; personas sin bautizar; personas sin destino, dentro de la
ciudad; que no caminan como si fueran ilustres bustos; que no visten como si
fueran modelos de la costumbre; que no se peinan como si fueran a ser recibidos
por la autoridad. Ellos hablan sin protocolos; se cuentan sus hazañas, sus
heroicidades, sus victorias, envueltos en la derrota del silencio, de la
soledad, del miedo, de los ciudadanos que los observan con curiosidad, con
desidia, con apatía, como si fueran circunstanciales, pero son eternos; puesto
que, sus huellas, dibujan en la ciudad un hogar, donde sobrevivir al tiempo
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