Los segundos, los minutos, las horas, nos acechan en nuestros
débiles cuerpos, que caminan inmersos de sus anhelos; que
nos conminan a hablar de un futuro sin lágrimas; que nos acaricie en un
horizonte de eternidad; donde el tiempo nos abrace para ser libres, para no temer al exilio hacia un mundo sin
formas; donde soñar en un mundo sin miedos; donde nadar en un mundo sin
abecedarios; donde cantar en un mundo inmerso en el recuerdo, que
alguien enarbolará como bandera de la felicidad.
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