Cuando el frio ilumina las calles es difícil esperar en la cola. Ayer a las 18. 40 tuve que esperar durante veinte minutos para sacar entradas para mis padres. Pensé que me iba a aburrir. Pasé un rato divertido gracias a mis compañeras de espera: mujeres que habían superado la barrera de los setenta y cinco. Sus comentarios sobre los taquilleros y la gente que iba delante nuestra llenaron de calor mis mejillas. Era la única mujer joven que tenían a mano para hablar. Fui feliz con ellas. En la vida hay que aprovechar los ratos de espera para sonreír. Ratos donde la vida es parte de una cola que no desespera.
Ana Maria Tapias Garcia.
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