sábado, 23 de agosto de 2014

Decapitar, arrodillar

Mi mente no se recupera de ver hombres arrodilllados, encapuchados, sujetos al destino que otros les impondrán. Me recuerdan a señales que encuentro decapitadas, en medio de las calles, nadie las mira por temor a acabar como ellas, nadie las acaricia por temor a ser una señal más,  destrozada en medio de la indiferencia.  No me acostumbro a ver el sufrimiento sin denunciarle. Soy atea de la venganza. Mi dios es el amor a otros seres humanos. Creo en la miopía del rifle,  que nunca debería ser disparado.
No más violencia.
Ana Maria Tapias Garcia.

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