Está mañana al desayunar escuché en la radio una Muñeria, y, el mundo se me vino encima. Se me cayeron años de olvido, años de naufragar, años de vagabundear en otras músicas. Mi abuelo materno conoció al Señor Antonio, un gallego de una aldea de Vigo: Bembrive, con 31 años, que se prolongaron hasta la eternidad.
Se echaban de menos, pues vivían a seiscientos kilómetros, él uno del otro. El Señor Antonio le grabó en un radio casete Muñerias, para acortar la morrriña.
Se echaban de menos, pues vivían a seiscientos kilómetros, él uno del otro. El Señor Antonio le grabó en un radio casete Muñerias, para acortar la morrriña.
Mi abuelo, cada sábado por la mañana, antes de oír el sortero de lotería, recordaba a su amigo, Antonio, con el que tantos viajes y tantas sonrisas compartió.
Esta mañana me acordé de aquellos años donde bailar al ritmo de la Muñeira, parecía fácil, pero no lo es, exige entrenamiento del recuerdo, a veces salen agujetas, que ruedan por las mejillas sin consuelo.
Con mucho amor a mi abuelo y al Señor Antonio.
Ana Maria Tapias Garcia.
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