Una estación me quedaba para llegar, y, el metro se detuvo. Me veía reflejada en el cristal de la ventana, que lindaba con un muro opaco. La gente callaba, el silencio me aterraba. La voz en off se había exiliado. Los segundos se volvían imposibles de contar. Sentí que mi vida le pertenecía a una máquina, cuyo corazón era de hierro, cuyos ojos carecían de escrúpulos, cuya alma fue ideada por
un hombre. Llegamos, y, mi pensamiento se alineo con el asfalto.
un hombre. Llegamos, y, mi pensamiento se alineo con el asfalto.
ANa. M. Tapias G.
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