Caminaba por la Plaza Mayor con mi madre, el herpes la causa mucho dolor, y, sale poco a la calle. Aposté por alejarla del hoy, invitándola a pasear por el pasado. Su abuelo Manuel heredó una casa , que su hija( mi abuela), vendió para comprase otra. Para mí esa casa, vieja, que está situada a escasos cinco minutos de donde vivo, es mi fantasía de la familia que no conocí, sus cuerpos desgajados por el olvido, crecían dentro de las palabras mi madre: la carbonera, el desván, 17 escalones, 2 pisos, con 6 habitaciones. Sus sombras se adueñaban de los rincones cubiertos de nostalgia. Por mis venas latía el deseo de viajar a través del tiempo. Mi madre se ausentaba de sus malas noches, del sabor amargo de sus medicinas, de su tristeza.
Cuando la vida nos duele el recuerdo nos reconforta.
Cuando la vida nos duele el recuerdo nos reconforta.
Ana. M. Tapias G.
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