Por la mañana, suelo recordar lo que sueño. Desayuno envuelta en imágenes de la realidad nocturna, que obligan a mis ojos a reubicarse, a abrirse, a mirar al dia. Hace dos semanas, me reecontré con mi amiga, Mª Paz, fulminada por un infarto a los 47 años, en septiembre de 2015. Aparecía guapa, joven, delgada, en el grupo de amigos.¿Qué haces aquí, si estás muerta?, la pregunté. Me miró como si estuviera loca. La gente no muere en los sueños. Asumí su presencia, y no la volvi a hablar.
La noche pasada, dormía plácidamente, mi abuelita, Encarna, se tumbó en mi cama. Estaba guapa, con buen color; con esos mofletes gorditos que me volvían loca; se movia a su antojo por la cama. Llevaba un papel en la mano, me hablaba. No la abracé, ni la besé, a pesar de lo mucho que la echo de menos. Me daba miedo. Di la luz asustada, se había ido. Tal vez algún dia, sea valiente, y me atreva a abrazar a la muerte.
Ana Tapias
La noche pasada, dormía plácidamente, mi abuelita, Encarna, se tumbó en mi cama. Estaba guapa, con buen color; con esos mofletes gorditos que me volvían loca; se movia a su antojo por la cama. Llevaba un papel en la mano, me hablaba. No la abracé, ni la besé, a pesar de lo mucho que la echo de menos. Me daba miedo. Di la luz asustada, se había ido. Tal vez algún dia, sea valiente, y me atreva a abrazar a la muerte.
Ana Tapias
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