Hay flores que hablan desde sus nichos de silencios. Su lenguaje aún no ha sido descifrado, sólo acariciado por un poeta acalorado en una noche de taberna; auspiciado por un mecenas deslenguado; con hedor a nicotina; con la melancolia ajustada a las ojeras; con sueños resquebrajados en la rutina. Le conduce a través de calles sinuosas, plagadas de retoques; a una floristeria imaginaria, vacia de sentimientos, sucia de vida. Le acerca al cristal, una flor emite agudos sonidos. "Elígeme a mí, quiero sonreir en un florero de besos, junto a tu almohada de soledades. Elígeme a mí, me ahogo en esta cárcel de olores". Entonaba el poeta, llorando, ahito de vino y con la voz rota, por ser el intérprete de tallos y pétalos.
Ana Tapias
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