Cuando alguien de la familia muere, cualquier lugar de la casa es bueno para improvisar un altar. En la lavadora, se introduce la fotografía del ser amado; quien se fue sin atender a nuestros ruegos de que, se quedará a nuestro lado. No le perdonamos esa traición, y con el paso de los años, su cuerpo se desvance de nuestra memoria; sus gestos se evaporan de nuestras huellas dactilares; su voz se exilia de nuestro eco, que se ha convertido en estrés; que corre, silenciosamente, buscando nuevas cuerdas vocales a las que aferrarnos, para no sentirnos huérfanos hasta la eternidad. Gira y gira, dentro la lavadora su imagen oscurecida; mientras, rezamos atropelladamente recuerdos, que nos golpean hasta dejarnos limpios de lágrimas.
Con todo mi amor, a mi abuela, Encarnita, a quien tanto echo de menos.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
Con todo mi amor, a mi abuela, Encarnita, a quien tanto echo de menos.
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