El recuerdo, nostalgia del pasado que acunamos cuando tenemos tiempo para tener tiempo, suda en nuestra memoria en el atardecer; al lado de un vaso de vino. Junto a la ventana, nos esforzamos en mirar al otro lado de la vida, donde se alojan nuestros genes a los que lloramos sin interrupción, sin medida, sin pausas, sin miedo. Bebemos, asustados por la derrota de la realidad, acompasamos nuestros labios a sus nombres; que ya nunca más, nos perseguirán en nuestros bautizos cada amanecer; porqué ellos, enmudecen dentro de la soledad, donde nadie huele su sudor, por eso, tal vez, pasen desapercibidos.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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