Iba caminando por una calle principal, cuando vi en un jardín a un hombre tumbado en un banco; estaba
retorcido, sujeto a su inercia, vagando en su espacio interior, acompañado de
las palomas, que asomaban descaradamente a beber a la fuente situada a
sus espaldas. Hizo un ademán de incorporase, pero siguió durmiendo, tal vez, no
viera nada amenazador excepto a las personas que pasábamos a su lado indiferentes.
Temíamos mirarle, para no sentirnos
culpable de no ofrecerle nuestra casas, donde hay habitaciones de sobra para
uno más y dejarle desamparado, cada día, cada noche, buscando consuelo en las
estrellas, que si se atreven a esbozar
una sonrisa delante de un hombre que podríamos ser cualquiera de nosotros
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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