miércoles, 26 de septiembre de 2018

El tio Amador

Amador, perdió a su padre, Manuel, cuando apenas contaba dos años. Su madre, Florencia, tuvo que ponerse a trabajar como ayudante en una pastelería, sólo con un riñón. Sus tres hijos, trabajaron, desde pequeños, en lo que pudieron. Mi abuela, vendía caramelos, en los soportales de la plaza mayor de Segovia, junto a su abuela. Los ojos verdes de esa niña con pelo rizado, rubio y de prometedores palabras;  atraerían a los segovianos pudientes. Con los reales que sacaran  comprarían alimentos. Imagino que los inviernos, debieron ser largos y duros,  pues en los años veinte no había calefacción, sino carbón, que muchos dias no tendrían. Amador, se crio en un barrio, donde los domingos por la mañana de verano, al dejar el balcón abierto, olía a pan recién hecho; donde las vacas, eran ordeñadas a unos metros de su casa; donde el zapatero, hacía manualmente formas a los clientes; donde los coches, eran una apuesta de futuro. En la guerra, fue conductor de camiones,en el bando que le tocó luchar. Los obreros no podían rebelarse, y más aún si tenían familias a la que mantener. A los seis años de terminar la guerra, su madre murió. Amador, la sobreviviría 16 años más. A los cuatro meses de casarse, cuando su mujer  yacía postrada en una cama, tras  perder al hijo que esperaban,  con 40  años, un derrame cerebral, le dejó sin vida. Acaba de comprarse su propio taxi. Y yo, su sobrina nieta, pasados tantos años de su efímera existencia; necesito abrazar su memoria;  porqué sus ojos son los de mi abuela,  los de mi madre, los de una de mis hermanas; los de una de  mis sobrinas; porqué el tío Amador fue un hombre bueno, que luchó, que trabajó, en una época donde  soñar no era fácil.
Con todo mi amor a la memoria de mi tio Amador Heredero Sanz
Ana Tapias ( todos los derechos reservados)©


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