De pequeña, cuando llegaba aburrida del colegio a casa; íbamos mis dos hermanas y yo, a casa de mis abuelos, a ver la televisión en blanco y negro; luego compraron otra en color, igual de grande que la anterior, pero, con más botones donde apretar, para ver los dos canales, con los que entonces nos conformábamos. Mis abuelos, seres mágicos de mi infancia, enchufaban la tele, y dentro de ella , que parecía un cuadro al que seguir con la mirada, nos adentrábamos en la sintonía de Barrio Sésamo, que era una casa de muñecos de trapo; que hablaban para que pensáramos los niños, A mí, quien me gustaban eran Epi y Blas. Epi, era huraño, listo, quejica. Blas, era torpe, alegre, repetitivo. Dormían en la misma habitación, como mis dos hermanas y yo; nunca me pareció extraño. Pero, uno de los guionistas ha desvelado el secreto, Epi y Blas, eran pareja. Tal vez, si me lo hubieran dicho entonces, los tiempos del blanco y del negro, me hubiera alegrado por ellos. Siempre he deseado la felicidad hasta de los muñecos de trapo. Ahora, creo que Epi y Blas, han salido del armario; y al fin, podrán besarse delante de todos, pues el amor, entre adultos, nunca ha de ser cuestionado, ni tan siquiera por la audiencia
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©r
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