El retrato de la madre, aún joven; acaricia al de la hija, ya octogenaria. La
madre se llamaba, Juliana, tuvo 18 hijos; pero sólo sobrevivieron ocho. Tener
hijos a finales del siglo XIX y primeros del XX, no era tan fácil como ahora. No
había hospitales, ni vacunas. Imagino que mis tios- abuelos, murieron del
sarampión, la gripe, diarrea. La hija, nunca se casó fue la solterona de la
familia. Cuidó a sus hermanos pequeños como si de su madre se tratará; entre
ellos a mi abuelo, materno. La tía María, a quien no quise dar un beso
pocos días antes de morir, siempre he cargado con esa culpa. Fue amortajada con
la sábana que bordó para su ajuar y que nunca pudo usar. No sé porqué, de entre todos mis tios-abuelos, es la que con
el paso de los años considero más fuerte, más valiente, más libre. Mi bisabuela
Juliana, murió con sesenta años. Mi tía María
con 86 años, ambos son parte de mis retratos genéticos con los que, cada día, he de aprender a amar, a soñar, a llorar, a
abrazar a un horizonte desde donde me aconsejan, que pese a las derrotas
siga y eso hago
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
No hay comentarios:
Publicar un comentario