En la época de las postguerra española, había poco que llevarse
a la boca, debido a la crueldad de las dos guerras unidas en el tiempo:
primero, fue la española; luego, la Segunda Guerra Mundial; siendo campos de
batallas también las cocinas. En la ciudad, el hambre se
apretujaba en la cartilla de racionamiento. En el campo, el hambre se criaba,
se cultivaba, se regaba. La señora" Evarista", mi abuela, paterna, servía,
cada día, cocido a sus ocho hijos y marido, de estómagos, curtidos, en las faenas
interminables del campo. A mis hermanas, y , a mi, el cocido, de segunda
generación, no nos sacaba de la carencia de horas de ayuno; por
eso, no lo atesoramos como un recuerdo de digestión. Mi madre, tuvo que ir
acostumbrándose a cocinarlo los jueves; recreándose en otros alimentos más
interesantes a nuestras miradas cansadas de ver comida. Imagino a mis tíos
paternos, devorando""Naturaleza muerta" de Monet( 1864). Soñando
con traspasar la frontera de la realidad, para tener fuerzas por la tarde al acompañar al señor"Saturnino", mi
abuelo paterno; quien, llevaba, vacas y ovejas, por caminos sin expugnar. El cuadro de Monet,
nmunca fue admirado por la sociedad, era un pedazo de carne sobre una mesa,
igual que el cocido de mi madre
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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