Tal vez, no esté
todo perdido en esta sociedad, tal vez, aún podamos erradicar la meritocracia
que encierra la democracia; que nos conmina a seguir leyes, que nos parecen
injustas; que nos obliga a comulgar con ideologías de derechas o de izquierdas,
que no nos representan; que nos impulsa a callarnos ante el gobierno de
turno. Tenemos la obligación de rebelarnos contra aquellos, que nos
encierran en su ideología. Hemos de aprender, a cantar bajo la lluvia a
pesar del frio del destino. Hemos de ser fieles a nuestro pensamiento, no
hipotecarnos en la cuenta bancaria de quienes solo ambicionan perpetuarse en el
poder. Hemos de tomar las calles con palabras, no con gritos en contra de las
ausencias. Hemos de ser capaces de conquistar corazones, no de incendiarlos en
el odio. Hemos de jugar a tolerar, a respetar, a quienes nos intentan doblegar. Hemos de caminar, sin miedo, hacía nuestra
libertad.
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