Vivimos como si fuéramos inmortales, pero la
realidad, es que estamos limitados al paso de los años, que siempre es bueno
celebrar, aunque no es conveniente acostumbrase, ni prudente emborracharse
de eternidad. Pues nadie, ni tan siquiera el olvido es eterno. El tiempo es una
cuchara que devora, sin piedad, vorazmente, sigilosamente, cada segundo, donde
intentamos ser felices; donde buscamos ser otros; donde escupimos sobre el dolor;
donde creamos desde el silencio palabras; donde imaginamos a un dios sin
espejo; donde descuidamos la higiene de los sentimientos; donde creemos en los
sueños, donde cantamos bajo la nostalgia. Pero, la muerte vigila, agazapada, nuestros
movimientos para hacerlos suyos; para dejarnos secuestrados en mitad de la
nada, de donde nos recatará, de vez en cuando, el recuerdo.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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