La memoria es un vestido del tiempo. Los seres que
quisimos se desdibujan entre nuestros latidos, que a veces, lloran; otras veces,
acarician al recuerdo; lo anhelan, dentro de las casas que sortean la rutina del olvido. No tenemos el oído, preparado, para escuchar a nuestro dolor, por
eso, de vez en cuando, sentimos el abrazo, de sus cuerpos en nuestros ojos y
caen lágrimas, que dibujan formas, que sonríen a objetos, que necesitan
exiliarse en el ayer
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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