Muchos anuncios, han
dibujado la felicidad de la mujer, como una esposa, amada, por un hombre, bueno, cariñoso, sensible; con un
martillo, roto, de tanto trabajar arreglando el hogar.
Un hombre, que llegaba, descuartizado de su horario laboral, pero siempre
detallista con su fiel esposa, a quien regalaba, un tarro de café, para
soportar las duras jornadas, atada a las tareas del hogar, al cuidado de los
hijos, a los desvelos de la hipoteca, que nunca acertaba a leer sin la
explicación, del hombre de la casa, sujeto de todas las atenciones. Pero, la
evolución de la mujer, como sujeto objetivo, no solo subjetivo, nos ha dejado a
una señora, que se ha rebelado en contra de la fregona, y que ha decidido, olvidar el silencio para hablar y que su voz sea parte de
la realidad.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)
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