Las manecillas
del, viejo. reloj, yacen rotas al otro lado de la vida, donde los collares. de
perlas, echan de menos a los cuellos, que las lucieron como si fueran
decisivas, claves, importantes, soñadoras de una riqueza, que se evapora, en el
mantel de la rutina, para formar parte de un calendario de olvidos, de desmemorias,
de juegos de la traición, anidados en el destino, que es un dios que se
desdibuja en blanco y negro, en un horizonte sin dolor, atado a lo que fuimos.
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