Mi abuela, Encarnita, tuvo que tejer dos trajes
diferentes ante la muerte de su hermano y de su madre. En cada uno ellos, la
lana de los recuerdos la dejaría en momentos en blanco y negro, que nunca se
borran dentro del color; en pequeñas instantáneas compuestas de
emotividad, desnudas de palabras,
silenciosas de realidad; en el sudor
frio del ayer, cuajado de sonrisas, de lágrimas, de fracasos, de triunfos; en
la tragedia de la separación, que mi abuela hizo parte de su supervivencia,
pues, nunca la vi llorar, siempre apostó por las agujas de lana con esperanza.
Ana Tapias( todos los derechos reservados)©
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