Mónica es una vecina, que
vive cerca de mi corazón. La conocí en el parque, las dos íbamos. Ella con
sus dos nietas, yo con mis sobrinos; que encajaron a la perfección: dos niñas y
dos niños de la misma edad, que jugaban con la arena, mientras crecían. Mónica
y yo, hablábamos de nuestras cosas. Al llegar el invierno, sus nietas volvían a
Madrid como mis sobrinos; nos veíamos por las calles, y nos saludábamos. Su
marido, murió de repente, en una noche. Se quedó muy triste; sabía que le
gustaba leer, la regalé un libro; para aliviar su dolor; que la ataba a sus
recuerdos, de una vida junto a buen hombre, que se fue sin decir adiós.
Caminaba junto a una vecina, por las tardes; su vista fue mermando; ahora sale
solo por las mañanas, me la encuentro en la tienda; alguna vez, la acompaño
hasta su edificio, para que no cruce sola la calle; y siempre, me habla con
generosidad, con bondad, con sencillez, con ternura; la ternura de una
superviviente de la soledad.
Con cariño para Mónica.
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