Esperar en una cola, para tomar asiento en el bus, siempre es inquietante; siempre
es nostálgico; siempre es abrumador. Los minutos, parecen que no pasan, que se
detienen, que se jubilen, junto a nuestra esperanza de llegar a nuestro
destino, a seguir con nuestras vidas, inconclusas, de sueños; cargadas de matices;
entregadas a la supervivencia, de nuestros cuerpos derrotados por el paso del tiempo;
que nos acucia a ser valientes, a no detenernos, a mirar sin miedo, a lo que
nos espera. Llega un instante de la espera, donde todos nos interrogamos a
todos; intentando adivinar la felicidad o la infelicidad, en sus rostros; las hipótesis,
abarcan nuestras neuronas, que se entretienen dibujando cuerpos, a los nos
pegamos, unos minutos, para ser sombra de sus actos. Aparece, el conductor, abre la puerta para acceder al bus y volvemos
a cargar con nuestras mochilas.
Ana Tapias(todos los derechos resrevados(
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